Bad mood [libre]

Estaba de mal humor, sí. Era sólo cuestión de que alguien le hiciera una de las suyas y estallaba, listo para tratar mal a la persona y descargar el mal humor que lo embargaba por todo el día. Pero claro, no podía estar de mal humor en medio del trabajo. Era su “profesión” atender personas y hacerles pasar un buen rato, no chillarles y decirles cuantos insultos se le vinieran a la mente. Suspiró y salió hacia la entrada con la caja de cigarros en mano. Siempre se prometía dejarla para ahora estar necesitándola de emergencia. La abrió y tomó uno de los tan adictivos cilindros.

¿Cuál era la causa de tan mal humor? A veces, los clientes podían ser un dolor de cabeza y ese día le tocó uno de esos, que también eran como un dolor en el trasero. Todo iba bien pero ese cliente, si era sincero, no era su tipo. El hombre insistió, él se negó de manera cortés a los servicios que el hombre quería y así empezó la riña que lo puso de mal humor y casi se le lanza al cuello a ese tipo. Por suerte se había ido tan pronto notó que estaba en pequeños aprietos y ahora sólo le dejó un humor de perros.

Muchas personas pasaban frente al Moulin Rouge y buscó escabullirse algo de las mismas. Ya tenía el cigarro encendido y estaba alejado de la entrada, era cuestión de que nadie lo viera. Muchos fumaban dentro pero él lo prefería mil veces así. Para cuando se dio cuenta ya iba fumando el segundo y decidió que ya era hora de entrar a pesar de estar todavía de malas. Dejó salir el humo por entre los labios y se dispuso a caminar. No supo cómo pero tanta gente caminando frente a la entrada causó que chocara y el cigarro aún sin terminar, recién encendido, cayó al suelo y fue “vilmente empujado”. Eso fue lo suficiente para que estallara.- ¡Ten cuidado por donde caminas, maldición!-Bramó irritado, desencajando casi con la apariencia que traía y dejando salir la frustración sin ánimos de fijarse a quien le había chillado tales palabras.

Un bello día en las calles de París, un hermoso juego de luces y naturaleza. El momento perfecto del dia para dar un paseo luego de las extensivas clases que había tenido a lo largo del dia, en las cuales por cierto la habían regañado por cometer un minimo error. Fue vergonzoso, muy vergonzoso. El profesor la había regañado en frente de toda la clase!. La vergüenza y la ira la habian inundado por igual, al fin y al cabo muchos de los chicos con los que compartía clase eran mucho menor que ella, y de echo era su primera especialisasion, en cambio, esta era la segunda para ella. Pero bueno, al parecer los Franceses no eran muy hospitalarios con los estudiantes de intercambio.

Algo... que era un poco triste. De echo, ese simple regaño le había entristecido por completo el día. Pero ella se había prometido no dejarse llevar por este tipo de circunstancias, simplemente no podía dejarse caer ante el primer error. Por esa misma razón, había decidido salir a pasear, para poder despejar un poco su mente de aquellos inconvenientes.

Y asi, es como llegamos al momento actual. Con ella caminando por las calles, comiendo un coyac mientras sostenia con su mano derecha una serie de papeles a la altura de su rostro, y con su mano izquierda sosteniendo la correa de su querido perro "Chibi-chan", el cual no era mas que un enorme Gran Danes de color negro, el cual iba caminando con solemnidad y con tranquilidad, razon por la cual mucha gente simplemente le evitaba el paso al verla, ya que el solo perro imponia bastante, a diferencia de la menuda chica que era ella misma.

En fin, estaba leyendo un parrafo sobre los intrumentos de operacion y sus distintos usos, cuando escucho el potente ladrido de advertencia de su mascota, apenas alcanzo a alzar la vista... cuando sintio el choque, cayendo a el suelo, con los papeles volando por los aires, escuchando un bramido que le recorrio toda la espina dorsal, asustandola por completo mientras alzaba la vista con temor, sintiendo como su perro gruñia, razon por la cual ella con un poco de desesperacion jalo la correa, no podia permitir que Chibi-chan lastimase a alguien. Por suerte el perro estaba bien entrenado y se dejo guiar, quedandose atras de su dueña aun en el piso, mirando con desafio mientras gruñia a el extraño, al cual la chica se dirigio con voz baja y queda.- Yo... lo siento mucho.-mascullo simplemente, con el temor recorriendo su cuerpo y siendo visible a traves de sus ojos, el hombre en si no se veia atemorizador, pero su aura era la que intimidaba.

-Si te fijaras esas cosas no pasarían, ¿¡es que eres ciego?! N-…-Tenía que admitir que estuvo a punto de lanzar un par de calamidades más a no ser que se fijó en el enorme perro que le estaba gruñendo en la búsqueda de proteger a su dueña. Se mordió la lengua para no maldecir a alguien y aunque tenía el cejo fruncido en una enorme señal de disgusto y que lo mejor no era acercársele, pero intentó el viejo truco que alguna vez le dijo un amigo: cuenta hasta diez. Contó mentalmente y la gente seguía pasando. Se pasó una mano por el pelo largo y rojo y lo echó para atrás. Era una joven y él todo un maleducado, de algún modo tenía que remendarse por la forma tan fea en la que la trató.

-No, no, yo lo siento.-Buscó no sonar tan áspero y notaba que el perro aún le gruñía pero eso no impidió que se atreviera ayudar a la joven. Sabía que era una chica y gritarle de ese modo a una no era bueno, por lo que sintió la cara arder por tanta mala educación en menos de un minuto. Varias personas estaban mirándolos y él intentó no prestar atención a las miradas seguidas y fijas que lograban incomodar. Se puso de cuclillas a su lado ahora con una mirada más comprensiva y empezó a recoger los papeles que salieron desparramados en todas las direcciones. Los acomodó en una pequeña pila e intentó buscarles un orden que fue difícil de conseguir.

Luego miró a la chica de nuevo e intentó formular una pequeña sonrisa que la animara a pesar del mal humor acumulado.-No pensarás quedarte ahí en el suelo, ¿cierto?-Mantuvo la pequeña sonrisa y extendió la mano en la espera que la tomara y así poder ayudarla a levantarse del suelo para al menos poder disculparse con la castaña que ahora veía, no parecía francesa y más bien lucía asiática, justo como él.